Visitar una de las primeras fundaciones cistercienses en la península ibérica, el Monasterio de Santa María de Moreruela, en Zamora, nos supone hacer un ejercicio de imaginación muy intenso pero a la vez satisfactorio. ¿Por qué? Porque las ruinas de este “Gigante dormido” (como se le conoce últimamente) nos cuentan la esencia de la arquitectura cisterciense, del paso del tiempo y del reciclaje arquitectónico. Poco nos queda de lo que fue en su día, una cabecera que ya Manuel Gomez-Moreno admiró y puso en valor, así como muchas labores de investigación e intervención en estos últimos años que van descubriéndonos estancias de las que solo nos quedan muros.
¿Os venís a pasear por sus espacios mitad reales mitad imaginados?